sábado, noviembre 26, 2005
El pollino
Y en aquel momento no había nada más sobre lo que escribir. Tampoco sobre lo que pensar, sólo podía actuar y ser sigiloso. El silencio me acompañaría hasta la puerta de la incertidumbre. Sin pensar, siendo el instinto mi única guía, mi refuerzo, mi bastón, mi espada y también mi coraza de metal. En el interior de ese mundo ausente de reflexiones, de identidades inertes, copiadas, la zambullida era embriagadora, fascinantemente opresiva, constante, eterna, pero el mismo instinto me sacudía, me conducía de nuevo al umbral y me transportaba hacia el imperio de otros instintos. Más puros, donde me ubicaba más cómodo y donde las deseperanzas parecían más calmadas y apaciguadoras. Reflexioné.
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1 comentario:
Hermosas y valientes palabras...
Tienes un muy buen blog, garacias por linkearme en el...
Cuidate
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