Una vez más, aunque no las veces que a uno le gustaría, el cine vuelve para reconciliarse. Iluminados por el fuego es una de esas películas que guardas en la memoria en varios sitios más como un recuerdo de sentimientos y aprendizaje. La historia es la de una guerra y es la de todas las guerras, sufrimiento, muerte, injusticia, manipulación, engaño, corrupción, enriquecimiento, tiranía...
En el otoño austral de 1982, cuando la dictadura militar argentina llevaba seis años en el poder, aquel majestuoso vértice castrense convino echar un pulso a la historia, descender a los abismos de los instintos humanos más arrinconados y emprender un conflicto con Inglaterra por la posesión de unas islas, las Malvinas, de soberanía, llamemos, confusa. Era el punto culminante de un gobierno para el que no se encuentran apelativos exactos, sólo un grito de terror podría ejemplificar y materializar, definir, lo que pasó en Argentina entre 1976 y 1982. La guerra, que apenas duró días, fue nuestro granhermano diario, nuestro realmadrid o nuestro fernandoalonso, pero en una situación abrumadoramente incomparable. Una distracción pasajera para una situación insostenible. La derrota significó la barranquización, no precipitación, de acontecimientos: Alfonsín, punto final, Menem...
Iluminados por el fuego trata de mostrarnos el conflicto desde dentro, es una Querida Milagros armoniosa, acompasada y cuidada. Es la historia de los olvidados y siempre utilizados por el poder, un poder que sigue disfrutando de los mismos privilegios y que sigue olvidando y utilizando.
Siempre recomendable.
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