Repleto de las alegrías que conceden las certezas, sonreía ausente al oír las supuestas lindezas, los insultos velados que recibía de sus iguales.
Le fastidiaban algunas.
Pero no de todos.
Otros sí le querían, le respetaban con la misma certeza del trabajo bien hecho, la seguridad del rumbo fijo, la conjunción de intenciones, aunque la realidad les condujesen a su particular y masificado vacío.
Era un doctrinario del fin de la existencia al modo de Federico, el tedesco, al que le daba, dependiendo del día y de la hora y con una desgarradora discusión interna, la razón entre dientes rechinantes.
Y eso porque no estaba convencido. Ni mucho menos. Sí que creía, lo hacía al modo caribeño, con pretensiones, las justas, pero firmes, incluso cuando se convencía de lo contrario, creía instintivamente, desde dentro, sin dudas, y quería creer, aunque no lo necesitara su pasión. Creía porque estaba hecho así, de ese modo que defiende una buena idea que uno tiene dentro y quiere que estalle porque es tan buena que no puede quedarse en su materia gris, o rosa, o azul celeste. Y que es buena simplemente porque era suya, sin tamices externos, lo era y al serlo debía expandirse, autoafirmarse como parte de la totalidad de la que formaba, y forma, parte.
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6 comentarios:
Redactas de una forma misteriosa y enigmática. Subrayas lo de que era un doctrinario del fin de la existencia. Hay un subtexto sugerente en tus escritos en el que es difícil penetrar. Me he quedado perplejo y me hubiera gustado entender más. Un cordial saludo.
No es más que el delirio agridulce que resulta de la lectura, lo más pausada posible, de La Gaya Ciencia de Nietzsche.
Gracias por tus visitas
¿ Será tudesco ? el alemán. Como siempre profundo y conciso.
Expresiones.
Tedesco del italiano, alemán, y por el tiempo que estuvo por allí.
Certero, alucinante, multicolor... No es necesario entenderlo.
...El texto lleva un hilo que al final construye un velo.
No vi de que color era, pero me envolvió.
Saludos, desde México
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