jueves, diciembre 31, 2009
Esteban Custardoy
Nunca me había ocurrido hasta ahora, bueno, hasta esta noche a eso de las cuatro de la madruada. Me desperté bruscamente y lo vi con claridad. A pesar de que la habitación estaba totalmente a oscuras, podía ver unas paredes blancas y una puerta de madera, vestía de negro, y aunque yo lo había visto con el pelo más corto, con bigote y con unos dientes inmaculados, ya no poseía ninguno de esos atributos. Lo recordaba más alto, dominante. Llevaba el guante blanco en su mano derecha, yo se lo había visto en la izquierda, me miraba iracundo mientras se quitaba el guante. La mano era un híbrido entre el territorio de la piel y el espacio óseo, podría decirse que los huesos eran su propia piel. Fue entonces cuando me quedé dormido.
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