jueves, abril 14, 2011
Abril 1945
Los soldados se dirigían al campo de batalla animados, inyectados de un espíritu tan gregario como tribal, tan trivial. La primera ráfaga desvaneció a ocho de aquellos inconscientes. La segunda a nueve o diez, a uno de ellos lo engulló el barro. Barro por todas partes y un sol primaveral. La visión cenital se desplazó unos kilómetros, escalando por los rayos de sol, llegando a una playa en la que descansaban cientos de jóvenes, esperando nada, sabiendo nada, aniquilando el tiempo con roces de piel.
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