jueves, noviembre 03, 2005

Vera

Vera entiende perfectamente porqué le suceden esas cosas. Siempre le ha gustado la lectura y ella está segura de que esa afición le permite ver mejor, aunque lleve unas gafas que podrían utilizarse como posavasos u ojo de buey en los barcos, ella ve mejor y lo sabe. Cuando llega al Instituto empiezan a mirarla, siguen las risas e incluso se escapa alguna palabra que conoce pero no quiere ni descifrar. La clase es aún peor. Su aislamiento social toma una inusitada forma y fuerza física. Le duele muchísismo, pero su visión no le permite otra salida. Esa visión nítida se materializa en un interés compulsivo por el conocimiento, por la admiración de todo profesor que es capaz de hacerle pensar, que consigue transportarla a puntos de vista ajenos a los suyos, de implicarle en nuevos asuntos desconocidos e inquietantes, de tranquilizarla cuando esa visión se vuelve borrosa ante la abrumadora y siempre asfixiante presión de sus compañeros.
En el recreo lee. Casi todos los compañeros la entienden, en privado la respetan, pero nadie tiene la valentía suficiente de admitirlo.

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