viernes, abril 21, 2006
Entre el pecho y el volante
Detestaba que cualquiera se le pegara a los traseros insisténdole que se apartara para poder pasar. Lo detestaba tanto como la mirada del acosador cuando, a ciento cincuenta por hora, le despreciaba al adelantarle en un coche de menor cilindrada que la suya. Por eso no lo hacía, no recordaba la última vez que había tenido que utilizar el intermitente derecho de su bemeuve para humillarse orillándose en el carril de los camioneros y los pringados, es decir, de los pringados. La carretera era suya. Tan de su propiedad como el inmenso espacio que distaba entre su pecho y el volante, podría decirse que su asiento era la prolongación de su sofá. Tranquilo y cómodo, con un puro en la mano derecha y el estridente móvil en la izquierda, engullía kilómetros por una autovía en la que veía a esos extraños hombrecitos disfrazados de verde como unos súbditos a los que engañaba constantemente. Sí, él era el más listo, nunca lo había dudado. Admiraba a muy pocas personas, todas con mucho más dinero que él, pero lo hacía desde el convencimiento soberbio de que algún día los sobrepasaría con la misma facilidad que su bólido movía los cardos de las cunetas. Entendía su inteligencia como una lucha natural para imponerse sobre el resto de tontos, que los había a millares, tontos de los que no saben aprovechar las oportunidades. Venta de vídeos, radiocasetes, walkmanes..., un pisito, otro, discotecas..., algo de droga, sólo para gastos extra y con mucho cuidado, no dejándose ver..., unos milloncitos y el terrenito. La oportunidad. Europa había venido muy bien. Otro terrenito y un socio tan listo como él, pero indudablemente, iluso. Mucho dinero acumulado, amistades importantes, ¿política? No, en la sombra no hace calor y se ve lo mismo, incluso más, no hay reflejos. Pero, sin darse cuenta, tuvo que comenzar a preguntarse cosas. ¿Podría ir allí? Si antes lo hacía, ¿puedo ahora? No. Las contestaciones proliferaron en su negatividad. ¿Por qué? Son los de siempre, tanto funcionario, tanta protección del medio ambiente, tanto turismo en Croacia y en Chipre, y no llueve. Y esos periodistas que no se están quietos. ¿Para qué hemos montado este tinglado tan perfecto? ¡¡¡¡¡¡ Y encima el niño quiere estudiar filosofía!!!!!! No necesitaba pensamientos, sólo dinero. Y las preguntas se hicieron cada vez más constantes, y le martilleaban la cabeza y su listo cerebro en largas tardes que se transformaron en días delante de la televisión. Estaba en forma, pero lo de fuera no. Nadie compraba, parecía que los tontos habían desaparecido, habían huído o se habían transformado. Los quinientos que en fajos brillantes guardaba en la cartera comenzaron a ausentarse. Los veranos eran siempre más calurosos, el siguiente aún más. Pero nadie iba ya. Las urbanizaciones enteras a medio hacer, los obreros reclamándole quinientos. El mismo funcionario reclamándole más quinientos. ¿Preferían los libros y el campo? ¿Están locos? ¿Serán estúpidos? Con lo bien que se está en un restaurante, copitas y después lo que sea. Vivió lo suficiente para verse obligado a vender su casa. Pero el comprador no era como él. No tenía su mirada, parecía de los tontos, de los que era fácil engañar. No pudo. Se conformó, rabiando en su interior, comprobando que su reinado había terminado.
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