martes, mayo 30, 2006

El campo

Una semana en el campo sirve para muchas cosas. Hablo de un campo campo, de un campo real, sin interferencias ni coberturas, un campo en su más pura expresión. Las cosas para las que sirve son tan numerosas que no pueden resumirse, volver a donde uno nunca estuvo, a un lugar, a muchos lugares que nunca conoció pero de los que forma parte de una manera indisoluble. Sirve para reflexionar y para encontrar un camino de paz, de una tranquilidad que se ahoga ante el voraz apetito del consumo. Sirve para recordar como se respira hondo, llenando los pulmones hasta los rincones que creías ocultos entre tantos nervios y tanto humo. Se olvidan los relojes y es la luz la que manda, aparecen por la noche las estrellas, dibujan un camino que un marrón rosáceo insiste en ocultar. Aparecen los sonidos de una vida que no se detiene, a la que parece no importarle los cambios que el ser inhumano lleva a cabo y que, fiel a sus instintos, sobrevive feliz y despreocupada. Sirve para volver a las sensaciones y para plantearte si quieres realmente vivir allí, si serías capaz de enfrentarte con los orígenes, con la esencia, con la naturaleza. Y te das cuenta de que estás tan manoseado e incluso manipulado que piensas que no lo soportarías, que serías incapaz.
No lo sé.

2 comentarios:

Joselu dijo...

Cúmulo de sensaciones y sentimientos que tienes como eje la vida en el campo. Creo, sin embargo, que es una visión del campo bastante urbana. Si uno vive en el campo y vive del campo, lleva una vida realmente esclava, sin horarios, pues todo el día estás trabajando. No tienes vacaciones porque el campo, los animales te reclaman. Todos los campesinos se quejan de su vida. Creo, amigo loganfugado, que es diferente pasar unos días en el campo como relajación, y otra muy diferente vivir allí y tener que sacar los recursos del trabajo. Yo lo intenté una vez y me di cuenta de que era más urbano de lo que creía. Al final, tanta tranquilidad me llegaba a estresar. Suerte que los amigos venían los fines de semana a animarnos y darnos marcha. Éramos tres amigos urbanitas y nos planteamos vivir en y del campo. Yo trabajaba en el instituto del pueblo y mis amigos se encargaban de la masía. Mi ocupación eran encargarme de las malas hierbas y ordeñar de vez en cuando a las cabras. Fue un desastre. Al cabo de dos años se deshizo el invento y yo me di cuenta de que me gustaba vivir en el campo, pero no depender de él, lo que es difícil. Un cordial saludo. Gracias por tus visitas a mi blog.

coquinas dijo...

Si, es cierto, es bastante urbana. Uno no puede ocultar lo que es. Sin embargo siempre me quedará la duda de la posibilidad. Quizá algún día. Gracias por tus visitas