martes, julio 18, 2006
Sebastián (V)
Salió de la cueva cuando vio que la lluvia comenzaba a tener algo de compasión, poco a poco se convirtió en un mero reflejo de lo que había sido durante horas, tantas que había conseguido engullirse el día. La noche saludó con la calma que acostumbraba en las tardes de otoño, inundando de sangre los contornos, ensalzados por el brillo que la lluvia había depositado en aquellas calizas dispersas. Siguió el camino que había encontrado la tarde anterior y que aún no se había visto obligado a abandonar. Se fue haciendo progresivamente más empinado, resbalaba y tropezaba, cada vez había menos luz y sus rodillas se mancharon de barro. Decidió no parar. Si existía aquel camino era porque debía llegar a algún sitio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario