domingo, diciembre 10, 2006
Matusalén
Fue una pena perderse aquella representación tan entusiasmada, detractores e incondicionales en plena efervescencia pugnando por unos decibelios que justificasen una victoria tan efímera como la propia existencia humana. A cada lado de la calle unos y otros se afanaban por imponer su impronta inconfundiblemente natural, surgida del mismo laboratorio en el que la suprema madre trata de dar con la fórmula perfecta, con el equilibrio adecuado para que continúe este caos que de sobra sabe que no tiene fin. Los puedo imaginar uno por uno desde mi total repugnancia, y también desde mi total conciencia de sentirme parte integrante de dicho microcosmos, o macro, un tubo de ensayo más en la parábola que puede ser una manifestación absurdamente maniqueista. No recuerdo el pretexto, parecía ser siempre el mismo además de que mi obstinación por olvidarlos me ha permitido llegar hasta esta edad con la suficiente capacidad para afirmar que ninguno jamás me sedujo lo suficiente. Quizá me otorgaron perspectiva para hacerme sufrir, me dieron la conciencia para que me impusiera un suicidio rápido, en lo intelectual, que me obligara a callar y a obedecer, o mandar, pero siempre desde un andamiaje sutil o descaradamente jerárquico.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
A veces resultas bastante críptico y cuesta seguirte. En este caso no sé por dónde vas. Son divagaciones muy tuyas pero que no logras comunicar. Son nebulosas. Con afecto.
Matusalén reflexionando. Ya lo vas a entender.
Publicar un comentario