lunes, enero 01, 2007

El libro ario

Visitando alguna librería de las llamadas de viejo, uno tiene la sensación de estar rodeado de libros cuyo empaque y trascendencia es superior a los que se encuentran en cualquier librería de las, llamemos, de joven, y eso, incluso, tratándose de los mismos libros, pero sí de diferentes ediciones. En las primeras sueles encontrar ediciones de los sesenta y setenta, con portadas que hoy tomamos como legendarias, tanto llamativamente estridentes, como aburridamente austeras, pero son libros que encarnan algo más, tienen una vida más completa, parece que otros ojos han hecho madurar esos libros, o quizá el propio polvo que se ha ido posando estratigráficamente haya hecho el trabajo ocular sustitutivo. Son libros imperfectos, pero que gritan.
En cambio, si uno se dirige a una de las otras, de las de juventud, los estímulos a los que se encuentra sometido son muy diversos y contradictorios. Te topas con libros tan perfectos, tan estudiados, pulcros, aseados, higiénicos, con tanto papel desperdiciado en márgenes kilométricos, portadas y contraportadas tan insultantemente perfectas que piensas que debe haber gato encerrado, o editor, o publicista entre rejas, o al menos debiera estar bajo sospecha.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dsede mi otra tierra asturiana, feliz año nuevo lleno de ventura y ademas de un pan bajo el brazo, te traiga un buen libro. Expresiones

Joselu dijo...

La cultura ha ido perdiendo peso en nuestra sociedad. Esos libros de viejo a que te refieres pertenecen a unas décadas en que todavía se sentían los libros y a las personas con cierta densidad. El diseño gráfico de hoy, burbujeante y light, responde a nuestra propia percepción y a la que tenemos de la cultura: un adorno superficial.