jueves, enero 18, 2007

La pesadilla perfecta

Era uno de esos días en los que se despertaban los fantasmas, siempre agazapados, esperando el momento de mayor debilidad. En más de una vez le habían atacado cuando cantaba en el coche la última canción que era capaz de oír repetitivamente como un autómata hasta siete veces seguidas, pero, ahí, en el segundo estribillo de la octava, canción, sentía el pinchazo, agudo, de esa agudez de las descripciones, como el encogimiento de hombros de donroberto, pero que le jodía hasta en lo más recóndito. Y le cambiaba la cara, y la sonrisa desaparecía, no había existido jamás, era un rumor, una pesadilla perfecta...

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