sábado, enero 12, 2008

La ONU

Su amor por la naturaleza humana era tan inmenso que sus instintos le aconsejaban la procreación indiscriminada. Apenas los trece cuando conoció los sabores de otra piel, de otros pelos, de otra saliva, apenas catorce cuando se quedó preñada de uno de otro barrio que tenía una moto roja que hacía estremecer sus piernas cuando la oía derrapar en la esquina de su calle. Nació Jessica grande y redondita, sonriente, aunque todas sus sonrisas se esfumaron tras el primer cumpleaños, el mismo día en el que el de la moto no derrapó, ni hizo ruido, ni siquiera dijo adiós. Pero el instinto permanecía, y con diecisiete una no se aguanta, y conoció a un albañil de musculatura penibética, de unos rizos laberínticos y de secretos que conocería una noche tras otra con el murmullo de su Jessi desde la otra habitación. Negro como el carbón, negro como la noche negra, no era del barrio de al lado, sino del suyo y al mismo tiempo de muy lejos. Montana fue el resultado, pequeñita, peludita, sonriente. Al negro se lo llevaron una noche tan negra como sus secretos y no supo más. Pero el instinto sobrevivía, y a los diecinueve, a ver quién se resiste. Conoció a otro albañil, no tan hercúelo pero sí muy sonriente, de esos hombres que le hacían sentirse bien, amable, detallista, no tardó en confiarle ella la cama y él una paliza que la dejó preñada. Esta vez un chico con el mismo nombre que el profeta, el único, el misericordioso.

1 comentario:

El Guanaco Volador dijo...

Hola Logan

Gracias por la visita y más gracias por tus amables palabras que animan a seguir contando de la fascinante Patagonia y sus gentes.

Yo también soy afortunado al poder compartir contigo.

Gracias