La curiosa intensidad del tiempo, su ritmo cambiante, su superficialidad. Espero que suene el despertador, agitado, temeroso de que no haga el mismo ruido que hace cada día. Una hora ante el ordenador que se esfuma.
Pero están los besos que valen, los que no se van nunca. Nunca.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario