viernes, junio 22, 2012

Cansancio

Disfruto viendo cómo se mecen las ramas de un árbol que se asoma a mi ventana. El viento lo acaricia sin pausa, jamás le fuerza a hacer algo que no quiere hacer, parece como que el árbol se siente mimado, querido, apreciado, como si su propia existencia dependiera de ese otro fenómeno invisible de la naturaleza. Cuando se para, acoge una cierta dosis de irrealidad que parece menguar su esencia, su propia vida, lo miro en la quietud, fijos los ojos y creo vislumbrar un movimiento, una suerte de espasmo seguido de un rigor mortis anquilosado.

Pero, de pronto, la suave brisa, el leve murmullo, el sonido, también invisible, de la vida.

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