San Vigésimaoctava es una santa más de la institución. No es la primera ni será la última. Nuestra mártir particular no vino al mundo para cambiarlo, se conformaba con irradiar su halo de buenas intenciones. La gran obra ya está asentada, es una verdad absoluta, incuestionable. Lo único que las alturas piensan que debe hacerse es limar asperezas, dialogar, equiparar, atender la diversidad, no traumatizar.
Ay de aquellos que osen discutirla!! Herejes!! Infanticidas!!
El señuelo es la creencia. La zanahoria que no se alcanza, que aviva las pasiones de los que no tienen toda la información sobre el cielo-infierno.
San Vigésimaoctava lo sabe muy bien. También lo sabe toda la Corte Celestial, presente, pasada y futura. Lo saben y da igual. Lo importante es que la fábrica siga su producción, que el resultado de la elaboración milimétricamente descuidada participe como hasta ahora, a chillidos tácitos, soberbios y, sobre todo, inmensamente ciegos.
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