miércoles, octubre 01, 2008

La Constancia

Los reflejos del sol centelleaban en los pliegues de las olas, un caos propiciatorio, una particular relación entre las partes. El barco desconocía la arbitrariedad de su objetivo, las ideas que albergaban sus ocupantes eran confusas, no acertaban a determinar el motivo exacto que les había llevado a estar más de cinco años vagando entre la isla Desolación y las Kerguelen. Cuando nevaba se acurrucaban alrededor de tazas de té y recordaban algún verso, algún versículo gomorriano que les hiciera entrar en calor. Cuando hacía calor, que fueron dos o tres días, se tiraban al mar para buscar los peligros carnívoros. Poco a poco fueron olvidando el recuerdo, no entendían qué era la memoria, no sabían qué era el ayer, ni el luego, mucho menos el mañana.

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