En ese umbral entre el cansancio y la fiebre se siente la desgana como una pulsión necesaria. Los párpados tienen que esforzarse en vencer su impulso de reposar, caminar se convierte en una sensación cercana a la flotabilidad de un barco a la deriva.
Y cómo fastidia necesitar del descanso, que sea una droga de la que no podemos desprendernos. Nunca. Y cuántas cosas me gustaría hacer cuando descanso y tengo que dormir, pasar unas siete horas tumbado, reposar los conductos cerebrales, ¿perder el tiempo?
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