martes, febrero 23, 2010

Primavera (Uno)

Ya se ve el sol de primavera. Hay una determinada inclinación en el amanecer que colorea las piedras de un violeta cándido y neutro. La carretera parece distinta, incluso los kilómetros parecen haber encogido. Luego crecerán, con el calor. La conjunción invita al paseo calmo e impaciente antes de la llegada del verano eterno. Disimulo las ganas de subir a las montañas oliendo la brisa de la primera germinación. La vida renace siempre, siempre vuelve el sol, se acuerda de nosotros, se olvida de que fue invierno y que tuvo que plegarse. Aquí queda todavía la posibilidad de la nieve, hasta en mayo. Allí es imposible.

No me resisto a esta primavera, no me resisto a ninguna, aunque no se vea más que una jacaranda sobre un aparcamiento, aunque florezcan sus flores lilas en noviembre, como allí, tan lejos. ¿Cómo será una primavera en Rusia? ¿Tendrá algo que ver con la manchega tan inexistentemente persistente?

Es la primera manga corta sin esfuerzo, el primer sonrojo que la piel agradece en su nuevo ciclo de renacimiento, las primeras cervezas en la calle, sin disimulo, como hacemos nosotros, como no se hace en ningún otro sitio porque el sol no tiene la misma variación trigonométrica. Y son muchas cosas más que ya he olvidado y que me resisto a olvidar.

Es la poesía que toma forma y olor, sabor y sueño. El sol no es casual, pero sí que puede causal en versos y confidencias, culpable de un frío en la tribuna de la Alameda esperando que llegue, cuando no hay nadie más que nosotros tres. Hablando en primavera.

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