martes, marzo 30, 2010

¿Qué tendrán los libros que quién sabe quien los carga?

Acaricio su lomo con cuidado, en plena conciencia de que será un momento único que en el futuro voy a recordar y, al hacerlo, se despiertan todas las emociones que dejé de tener calculadas hace ya demasiado. Le miro la cara una vez más, también la acaricio, paso las yemas por la rugosidad de sus pliegues y me decido a abrirlo. Su olor es siempre inconfundible, tanto el rancio y obsoleto como el pulcro y joven, todos tienen ese elemento de atracción que les hace al mismo tiempo ser únicos y mundanos. Me siento en un lugar tranquilo con él entre las manos, agarrándolo como una esmeralda que debe ser tallada, como el tesoro que ha sido, está siendo y para mí, será. Busco el comienzo y me zambulló. A veces hay que tener un poco de paciencia, saber afinar los preámbulos. Otras veces la conexión es instantánea.

¿Qué tendrán los libros que quién sabe quien los carga?

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