sábado, abril 03, 2010
Entre la complacencia y la estupidez
Quizá una de las claves se encuentre en el límite entre la complacencia y la simple estupidez, esa frontera difusa en la que podemos situarnos y que nos puede convertir, si no atinamos a ubicarnos correctamente, en marionetas sin autoridad propia o en tiranos consentidos. Hay verdaderos maestros en la teoría de dicha ubicación que se estrellan con escándalo fracasando de modo doloroso, así como hallamos genios en la práctica de la misma teoría. Uno puede pasarse la vida creyendo hacer lo correcto, siendo cortés y educado, incluso llegando a realizar sacrificios más o menos importantes, más o menos determinantes, estar convencido de que esa postura es la más lógica, la única posible, todo para que amanezca un día, o se desvanezca una tarde, y la conciencia de esa luz que intuíamos se presente como un destello, arrojándonos sin piedad la evidencia de un fracaso, la constatación de que, una vez más, la pugna inmisericorde se impone como regla de oro en el éxito, pulsión verdadera que nos recuerda que somos unos animales con muchas rémoras.
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