sábado, mayo 01, 2010
Sentimiento del tiempo
Sube por calle Dos Aceras y mira el derribo de la derecha, los cables oscilan empujados por una leve brisa, le recuerdan a una comba, pero vacía, sin niños que la disfruten. Decide volver y comienza a bajar por la misma calle, echa la cabeza hacia atrás y ve la puerta de su instituto. Suspira. El sol le da en la cara y la brisa se convierte en viento. No sabe a que librería ir. Entra en Proteo y echa un vistazo a las ediciones sobre historia de Málaga y otras cuestiones locales. Ya los tiene casi todos. Le vuelve una especie de sentimiento del tiempo. Cruza. Le fastidia entrar allí, de antemano sabe lo que va a pasar, no soporta ese tipo de desorden, ese desdén que nace de la certeza de unas ventas más que aseguradas. Compra un libro de Soler. Baja hasta calle Comedias y sí que disfruta, de verdad. El sentimiento del tiempo se hace más doloroso. Por el suelo Sven Hassel y Cortázar, por las paredes Skorceny, Pérez-Reverte... Busca a Soler, a Pablo Aranda, a Alfredo Taján, a Garriga Vela. Se busca a sí mismo y encuentra ese sentimiento del tiempo, amargamente placentero.
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