Mientras tecleo estas letras se imprimen las páginas de lo que pretende ser mi nueva novela-relato largo (?). Tengo los dedos entumecidos, tengo frío, no he encendido la calefacción preso de esta nueva ola de ahorro que nos invade: pero me siento liberado. Abrir la carpeta con la certeza del documento sin terminar, por repasar y corregir, me ha producido en los últimos meses una especie de bloqueo en los que la historia "ni comía ni dejaba comer". Será el eterno retorno del que trata de escribir, la obra incompleta, la búsqueda del giro perfecto, magistral, pero todo eso lleva un lastre que mi imaginación no considera pero sí mi pueril sentido de la responsabilidad: hay que acabar lo que se empieza.
Obviando la sentencia, me he lanzado a la impresión para buscar una nueva óptica, tanto personal como de mis confidentes más cercanos y lejanos. Bolígrafo en mano y a corregir, al clásico estilo, algo que nunca se terminará.
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